Bienvenido a esta ruta accesible e interpretada por el espacio minero de Pozo Julia.

A lo largo del itinerario que le proponemos podrá conocer el pasado y presente de este complejo minero de mano de sus protagonistas, adentrándose en el interior de los diferentes edificios que conforman este espacio.

En la señalización que da comienzo a la ruta podrá obtener información sobre el propio itinerario, así como sobre la historia de Pozo Julia.

En cada espacio visitable, o desde esta propia página web, podrá descargar una audioguía que le permitirá conocer el funcionamiento o los usos de espacios tan representativos como la lampistería, la sala de compresores, el castillete, entre otros espacios, o conocer cómo era y en qué consistía en trabajo del barrenista, del picador o del estemplero.

Como podrá comprobar, dispone de una audioguía destinada al público infantil, así como una signoguía destinada a las personas con discapacidad auditiva.

Le agradecemos su visita, y esperamos que este viaje a nuestro pasado más reciente le permita compartir con nosotros el sentimiento y el amor a una mina que fue pasado, presente y futuro de esta localidad.

 
 
 
 

Perteneciente a la empresa Antracitas de Fabero, la construcción de Pozo Julia se inicia en el año de 1947. A su gran pozo vertical de tres plantas, que alcanza los 275 metros de profundidad, se accedía por un castillete con ascensor para personas y vagonetas, que hoy es la imagen más representativa de esta mina.

Fue en este pozo, en 1962, cuando se introduce por primera vez en España el sistema de arranque mediante cepillo, una maquinaria moderna que elevó los rendimientos generando a su vez una importante reducción de plantilla y un avance tecnológico de primer orden en la industria minera.

Pero las reservas de carbón se fueron agotando. Pozo Julia cierra en 1991 y Antracitas de Fabero recurre a la regulación de empleo. Un año después, las minas se ven abocadas al cierre o a la reestructuración. Ya en manos de UMINSA, en el año 2007, las instalaciones de Pozo Julia son cedidas al Ayuntamiento de Fabero, quien apuesta por convertir este pozo minero en un espacio donde mostrar la realidad de una minería que fue transcendental para la Cuenca de Fabero.

 
 
 

 

 
 

Es en la lampistería donde el minero recogía su lámpara ya cargada para la larga jornada de trabajo en aquellas oscuras galerías.

Con el paso del tiempo y los avances tecnológicos, los candiles de carburo se abandonan en favor de las lámparas eléctricas y cascos de protección, donde se sujetaban estas lámparas modernas que permitían al minero moverse sin molestias.

La función del lampistero era repartir aquellas piedras de carburo y, en épocas más recientes, con los cargadores que ven en el interior de la sala, mantener cargadas las baterías de lámparas eléctricas.

 

 

 
 
 

 

 
 

Tras pasar por la zona de taquillas, el minero se enfundaba en esta impresionante sala su mono de trabajo para pasar a la lampistería, donde se recogía la lámpara para comenzar la larga jornada de trabajo.

Los mineros, una vez acabado su turno, colgaban la ropa mojada y sucia en estas perchas, que no eran otra cosa que un recipiente de metal provisto de ganchos y un sistema de poleas que elevaba la percha en altura. Los aerocalentadores de los que disponía el vestuario se encargaban de calentar la sala y secar la ropa mojada para que al día siguiente el minero tuviera su ropa de trabajo seca de nuevo.

Es cierto que el vestuario de los mineros puede ser uno de los espacios más interesantes de Pozo Julia.  Pero la importancia de este espacio no radica en el sorprendente sistema de perchas. Aquí es donde se realizaban las asambleas, donde se fraguaba la lucha por unas condiciones dignas de trabajo que han marcado la imagen del minero.

 

 

 
 
 

 

 
 

Frente a usted puede contemplar la zona de duchas, donde los mineros se aseaban tras la jornada de trabajo, una vez habían colgado sus ropas mojadas y sucias de carbón en las perchas del vestuario.

En este espacio podemos contemplar duchas individuales y colectivas, donde se llegaban a duchar entre 100 o 150 mineros.

 

 
 
 

 

 
 

Los vigilantes eran los encargados de controlar que la labor se hiciera correctamente o de llevar la cuenta de los trabajos realizados por picadores, barrenistas o estempleros, que trabajaban a destajo.

El vigilante, normalmente un trabajador que desarrollaba excepcionalmente su trabajo, participaba de un estatus diferente al minero, disponiendo de un área propia separada de la de los mineros, donde el acceso para el resto del personal estaba prohibido.

La diferencia respecto a la zona de mineros se basaba en disponer de duchas individuales independizadas del resto del personal y disponer de lavabo con espejo en un área mucho más cuidada que la que utilizaban sus compañeros mineros.

 

 

 
 
 

 

 
 

Los facultativos solían ser ingenieros técnicos de minas, y pertenecían a un escalafón mayor en la cadena de mando, superior al de los vigilantes, por lo que disponían de una serie de comodidades como ducha y taquilla individual con acceso independiente. La ropa sucia ya no se colgaba de las perchas, una empleada se encargaba de recogerla, lavarla y colgarla en las taquillas.

El trabajo de los facultativos se dirigía no tanto al control de los trabajadores, tarea para la cual estaban los vigilantes, sino para comprobar el buen funcionamiento general de la mina y tomar las decisiones correspondientes tras pasar por todos los puestos de trabajo.

 

 
 
 

 

 
 

La Sala de Compresores es una de las más importantes de cualquier complejo minero.

En este pozo, la sala de compresores dispone de tres grandes compresores de motor americano y maquinaria inglesa, que llegaron a Pozo Julia en los años 60.

Estos compresores generaban el aire comprimido empleado para el funcionamiento de la gran mayoría de las herramientas, tanto en interior como en el exterior de la mina.

En una explotación de tan grandes dimensiones, el sistema de conducción del aire comprimido, mediante tuberías, debía dirigirse a todos los rincones de la mina. En esta sala trabajaba el encargado y un electricista, ya que estos grandes compresores necesitaban de una fuente de electricidad fiable que suministrara la altísima potencia eléctrica necesaria.

 

 
 
 

 

 
 

La maquinaria que aún se conserva en esta sala era la encargada de subir y bajar las jaulas que se encuentran en el interior del castillete, una especie de ascensor minero que en los pozos verticales como este, subía y bajaba materiales, mineros y vagonetas cargadas del carbón extraído en los tajos.

Era el maquinista quien detenía la jaula en el lugar exacto, frente a la boca de las diferentes galerías que existían en esta enorme mina, por lo que su responsabilidad era alta.

 

 
 
 

 

 
 

Frente a la sala de máquinas, surcada de raíles que transportaban las vagonetas, se almacenaba todo el material que se iba a utilizar en el interior.

Una pequeña pendiente permitía que las vagonetas se desplazaran fácilmente por estos carriles desde las jaulas hasta la zona de clasificación, donde basculaban su contenido de carbón en unas grandes tolvas. Tras una primera selección, y mediante cintas transportadoras, el carbón se dirigía al lavadero, el edificio que tienen frente a usted, donde se seleccionaba por tamaños.

 

 

 
 
   
 
 

El castillete sustenta el sistema de poleas que permitía sacar el carbón y meter a los mineros a la profundidad de la mina, subidos en la jaula.

En la actualidad es posible oír el agua que en la actualidad inunda los cientos de metros de galerías que conformaban la mina, un agua que se extraía del interior de la mina a través de una sala de bombas situada en la parte más profunda del pozo.

 

 
 
 

 

 
 

El barrenista era el encargado de perforar la piedra con su martillo de barrenar y rellenar los barrenos (huecos en la piedra) con explosivos para avanzar en la perforación de la galería.

Tras la explosión, los entibadores eran los encargados de montar los cuadros, estructuras de hierro y madera que impedían el derrumbe del techo o de más escombro.

Esta parada interpretativa se encuentra en lo que se conoce como frente de extracción, lugar en el que desarrollaban estas tareas protagonizadas por barrenistas y entibadores.

 

 

 
 
 

 

 
 

El picador era la persona encargada de extraer el carbón de las vetas. Situado en el estrecho tajo de picadores, con un martillo neumático extraía la piedra de carbón que el páncer se encargaba de sacar a la galería general. Desde allí, las vagonetas cargadas del carbón extraído se dirigían hacia el exterior de la mina.

El trabajo de picador es uno de los más duros y peligrosos de la mina. Los desprendimientos, el páncer o el propio martillo neumático generaba enfermedades relacionadas con el desgaste de huesos y articulaciones, necrosis óseas, pérdida de audición y sobre todo silicosis, enfermedad producida por la sílice de la piedra, que va secando el pulmón del minero produciendo la muerte en los casos más avanzados.

 

 

 
 
 

 

 
 

El cepillo, introducido en Pozo Julia en los años 60, es en realidad un sistema de extracción que disponía de dos motores que envían y recogen una gran masa de hierro a la que se la insertan cuchillas en sus extremos. Con su constante paso junto a la veta, el cepillo va extrayendo el carbón y dirigiéndolo al páncer para su salida a la galería general.

Los estempleros se encargaban de afianzar el techo que dejaba el cepillo y desplazar el sistema junto a la veta una vez abierto el espacio necesario.

 

 

 
 
 

 

 
 

La solidaridad entre mineros es una de las enseñanzas más evidentes de este duro y peligroso trabajo. Los avances laborales conseguidos y basados en la fuerza propiciada por dicha solidaridad fueron, a lo largo de nuestra historia reciente, mejoras que acabaron beneficiando a todos los trabajadores, y que fueron el resultado de largas luchas mineras en las que las mujeres y la población de estos pueblos participaron activamente.

Aquella lucha sigue hoy dirigida a impedir la desaparición de lo que ha sido la historia de nuestros pueblos, mostrando a todo aquel que lo desee una realidad ya desaparecida y que ha formado parte de la cultura de nuestros pueblos mineros.